Afrancesado de la primera hora, el canónigo de Toledo Juan Antonio Llorente fue el auténtico factótum de José I, a quien sirvió como consejero de Estado, director de Bienes Nacionales, experto en materia de política religiosa, miembro de la Comisión de Cortes, y sobre todo como propagandista con obras entre las cuales destacan sus primeros trabajos sobre la Inquisición. Al seguirle paso a paso desde el mes de mayo de 1808 hasta su exilio a Francia en julio de 1813, vemos cómo funcionaba la corte del Rey Intruso, y los altibajos morales de un hombre movido no solo por la ambición, sino también por el deseo de adaptar a España el modelo de la Francia napoleónica, y cuyo sueño acabó en tragedia.