Durante la Restauración, se alude a menudo a la guitarra como «instrumento nacional» en Madrid y Andalucía. Este lugar común aparece como un símbolo paradójico de una identidad en debate: el cliché simplifica la realidad mientras que las prácticas de la guitarra popular, clásica y flamenca se diversifican. Las cada vez más numerosas representaciones literarias y plásticas no reflejan esas mutaciones, sino que impregnan el imaginario colectivo influenciando la recepción de un instrumento desconocido o incluso rechazado según criterios sociomorales. Pese a las críticas, la guitarra posee una dimensión simbólica propia del «nacionalismo banal» y manifiesta a través de la emoción que suscita.