En 1937, el canadiense Jim Higgins se ofreció como voluntario antifascista de las Brigadas Internacionales en la guerra civil española. Fue ametrallador en el Batallón Mackenzie-Papineau y en la 35.ª División, y participó en operaciones de inteligencia. Cuarenta años después, se encontró con Manuel Álvarez, un niño al que había salvado la vida durante el bombardeo de Corbera d’Ebre (Tarragona) en 1938. El libro de Manuel titulado El soldado alto (1980) le rindió homenaje. Durante la década de 1930, los patronos incluyeron a Jim en la lista negra por organizar sindicatos y la Real Policía Montada de Canadá lo incluyó en sus archivos de radicales. Se consideraba un socialdemócrata y un pensador independiente.