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La constante evolución de los diferentes modos de ejercicio de la práctica arquitectónica se ha visto acelerada en los últimos años debido a una serie de factores concomitantes. La digitalización, integrada tímidamente a principios de los ochenta en los estudios y arrolladora en la última década, ha producido una transformación en la manera de acceder a la información, de dibujar y aún de pensar los proyectos. El aumento logarítmico de leyes y normativas de aplicación ha contribuido igualmente a este proceso, con repercusiones económicas en los métodos de construcción, la superficie efectiva de uso y la gestión de recursos. La cultura de la imagen y el espíritu de la inmediatez permanente que caracterizan nuestro tiempo ha provocado una aceleración de los procesos ligados al proyecto, dando lugar a la construcción de discursos de bajo contenido teórico, favoreciendo el uso de fetiches gráficos como subterfugio habitual para la resolución de problemas fundamentales.
En España, el aumento del número de escuelas e instituciones de enseñanza ha multiplicado la cantidad de profesionales disponibles para un número de encargos que, claramente, está lejos de los niveles previos a la crisis económica de 2008. Así, la precarización del trabajo en las oficinas y la imposibilidad manifiesta de atender todos los aspectos del proyecto de manera individual está imponiendo la fórmula de los equipos multidisciplinares de geometría variable, donde la capacidad de síntesis del arquitecto se revela su mayor cualidad, dejando de lado la condición heroica de otros tiempos. Lo anterior puede y debe ser objeto de un profundo análisis de la nueva condición del trabajo del arquitecto y de los mecanismos de elaboración del proyecto. Conscientes de la necesidad de replantear la práctica tradicional de la profesión, muchas escuelas han transformado sus programas para aumentar las capacidades, las herramientas y las competencias de sus egresados, mejorando su empleabilidad potencial